San Antonio de Padua
El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar,
creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree.
La acción sin la oración, no tendrá ni luz ni sabor.
La fe debe estar animada por el amor.
Dios fija la mirada en el corazón cuando infunde la luz de
la contemplación.
Quienes quieran adquirir la fe en Dios, la caridad hacia el
prójimo, la penitencia hacía sí mismos, es necesario que vivan en la quietud
del espíritu y en la dulzura del corazón.
Quien un día quiera participar al gozo del banquete
celestial en el paraíso, que considere la potencia de Señor, la sabiduría de
Dios, la misericordia del Padre, considere la potencia para temer, la sabiduría
para conocer, la misericordia para confiar.
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