EL ARTE DE ESCUCHAR ES EL ARTE DE LIBERARSE





Alguien le está diciendo algo, usted escucha. El acto mismo de escuchar es el acto de liberarse. Cuando usted ve el hecho la percepción misma de ese hecho es la liberación respecto del hecho percibido. El escuchar en sí, el ver algo como un hecho, ese ver mismo, tiene un efecto extraordinario, sin que intervenga el esfuerzo del pensamiento.
... Tomemos una cosa, digamos la ambición. Hemos examinado suficientemente lo que hace, cuáles son sus efectos. Una mente ambiciosa jamás puede saber qué es sentir simpatía, tener piedad, amar. Una mente ambiciosa es una mente cruel, ya sea que se trate de una ambición externa, interna o espiritual. Y bien, usted ha oído eso. Lo oye; cuando lo oye, lo traduce a su modo y dice: «¿Cómo puedo vivir en este mundo que está basado en la ambición?» Por consiguiente, no ha escuchado. Ha respondido, ha reaccionado a una declaración, a un hecho; en consecuencia, no está mirando el hecho. Tan sólo traduce el hecho o emite una opinión acerca del hecho o responde al hecho; por lo tanto, no mira el hecho [...]. Si uno escucha ‑en el sentido de ver algo sin evaluarlo, sin juzgarlo ni reaccionar a ello-, entonces el hecho crea esa energía que destruye, elimina, arrasa la ambición, que es el origen del conflicto.

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